viernes, 18 de septiembre de 2009

La huida

Aún hoy día cuando mi madre se siente vieja a pesar de que no tiene ni 50 años, su cabello es casi completamente negro, lacio, pesado y sedoso, poco que ver con el mío. Sus hermanos dicen que cuando era niña les gustaba que ella saltara en la cama para ver cómo se movía su cabello, subir, bajar, siempre sin despeinarse.
Sin embargo, no por tener un hermoso cabello mi madre fue lo que se dice una niña "buena". Ella dice que la casa siempre era un caos, y es que con siete hermanos y dos medios hermanos no se podía esperar más, por lo mismo cualquier oportunidad para salir de la casa era aprovechada, de igual forma las visitas eran usadas ya fuera para distraer a mi abuela y hacer alguna travesura, o recibida con emoción como toda una novedad.
Pues bien, mi madre era lo que considero el término medio, es decir, quien quedaba entre la emoción y la travesura. Mi abuela cuidaba a la visita mientras vigilaba, sabe Dios cómo, a aquellos potenciales peligros, dejando a mi madre libre de toda supervisión.
Un buen día mi entonces pequeña madre puso un pie fuera de la casa y nadie la vio. Caminó y caminó sin rumbo hasta que vio a un paletero pasar, y lo siguió. El señor probablemente sin advertir la presencia de una niña, o sin saber qué hacer con ella, o... en fin, él siguió su camino.
No tardó mucho mi bisabuela en aparecer, grande, mandona, sin vergüenza como era, y sirviéndose de la simpática colita de cabello de mi madre para asirse de ella la tomó y la condujo hasta la casa con los pies en el aire.
Eso no curó a mi madre de espantos callejeros, aún se sale a la mínima oportunidad. Ahora usa el cabello corto.

1 comentario:

  1. :)

    pero que buen final! es toda una alegoría psicológica de porqué una tendencia del arreglo personal de tu madre

    ya había visto el blog, pero ando en el limbo... como que no escribo ni para comentar :S tengo un bloqueo cañón

    me gusta este concepto, sigue actualizando!!

    saludos

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